Quinta cita del mundial y parece que empezamos a entender un poco ciertas claves de cómo puede ir la temporada. Miami era un circuito nuevo, desconocido para todos los pilotos. Con una configuración peculiar con largas rectas y una zona extremadamente lenta. El orden de parrilla parecía, al menos al principio, fácil de adivinar. Y todo apuntaba a que Ferrari y RedBull iban a ser los que pugnarían por el primer cajón del podio el domingo. Ambos mirando a la fiabilidad de los de las bebidas energéticas. Cuando falla, golpea fuerte. Pero si no aparecen los problemas, su monoplaza es un avión. Y, como dice la canción, “Miami me lo confirmó”.
Las sesiones de libres se podrían resumir fácilmente. Trompos, bloqueos de rueda, salidas de pista, algún que otro accidente y todo el mundo intentando entender el circuito y su asfalto. Los problemas mecánicos impidieron a Max Verstappen llevar a cabo su programa habitual durante las prácticas, por lo que partiría a la hora de la verdad con algo menos de información que sus compañeros. Y lo mismo se podría decir de Carlos Sainz, que se fue al muro en la segunda sesión de libres y se perdió gran parte de la misma.
Sin embargo, la falta de rodaje pareció no lastrar a ninguno de los dos pilotos, pues a la hora de la calificación, se colocaron ambos como grandes aspirantes a ocupar la primera posición de salida el domingo. El que no salió a la Q1 fue Esteban Ocon, que se iba al muro por la mañana en un accidente calcado al de Sainz. Su coche quedó destrozado, y tuvo que partir desde el final de la parrilla en el momento de la carrera.
Sainz apretó fuerte para conseguir la “pole”. En algunos momentos batía a Verstappen y a Leclerc. Max erró en el último intento y se quedaba atrás. Y, una vez más, era Charles Leclerc el que conseguía la primera posición de salida, con Carlos justo detrás, a pocas centésimas. Y, aunque ambos Red Bull se quedaban justo detrás, todo el mundo había visto los números. Y a final de recta deban miedo. Las velocidades punta de Max y Checo eran muy superiores a las de los Ferrari. Y eso ponía nerviosos a los ingenieros de rojo.
El domingo, la carrera arrancó con los dos Aston Martin saliendo desde el Pit Lane, debido a un problema de enfriamiento de su combustible, y con Max adelantando a Carlos Sainz. Las alas de Red Bull asustaban desde el inicio y Leclerc quiso escaparse. A su vez, Checo amenazaba a Sainz y la batalla estaba servida. Bastó que los neumáticos del primero de los Ferrari sufrieran un poco para que Verstappen pusiera en marcha su ataque. Distancia de DRS, rectas largas y un coche que parecía despegar en las rectas. No hizo prisioneros.
Llegaron las paradas en Miami, y las cosas seguían igual. Tras los pasos por el carril de boxes, Pérez parecía espabilar e intentaba atacar al segundo de los Ferrari. Pero poco después, reportaba problemas en su unidad de potencia que le hicieron perder varios segundos. La carrera seguía relativamente tranquila hasta que un toque entre Gasly y Norris, que dejaba a este fuera, provocaba la salida del coche de seguridad. Parada para Pérez y a intentar apretar a los de Maranello con neumáticos nuevos.
Leclerc lanzaba un último ataque tras el período de neutralización, pero es que el Red Bull era inalcanzable en recta. Ni DRS, ni rebufo ni nada. La velocidad de los de Milton Keynes les hacía intocables. Y así cruzó la meta Verstappen. Tres carreras terminadas, tres victorias. Red Bull corre. Corre mucho. En Ferrari lo sospechaban desde hace tiempo, y por si no quedaba claro, Miami nos lo confirmó.