Los deportes de motor son peligrosos. Esto es de sobra sabido por todos, pero hasta no hace tanto, no era la principal preocupación de aquellos que se acababan jugando la vida tras el volante o aquellos que los acompañaban. Medidas de seguridad que ahora damos por sentadas, y que se han convertido en algo imprescindible, no tenían importancia alguna a mediados del siglo pasado. Hoy repasamos la evolución de los cascos en F1. De la tela a los materiales compuestos, capaces de salvar vidas.
Los inicios de los cascos:
Las carreras de coches empezaron poco después del nacimiento propio coche. Cuando ese nuevo medio de transporte empezó a echar raíces en la sociedad, aunque fuera en las más altas esferas, la necesidad de ponerse a prueba a bordo de esas cuatro ruedas apareció de inmediato. Por supuesto, el casco ni siquiera se pasaba por las mentes de esos pilotos en ciernes. A pesar de las muertes, los pilotos tardaron mucho en empezar a cubrirse la cabeza y lo hicieron al principio por estética.
Los glamurosos pilotos no querían despeinarse a bordo de sus potentes monoplazas, por lo que cubrían sus cabezas con un gorro de tela. Así su “look” seguía intacto después de jugarse la vida. La seguridad no era para nada una preocupación. Las muertes se sucedían, los coches eran cada vez más rápidos pero la seguridad seguía estancada. Y así empezó, en los años 50, esa categoría llamada a dominar el panorama del motor: la Fórmula 1.
Primeras mejoras:
El primer avance que podríamos considerar en el aspecto de la seguridad, fue la aparición de un casco de cartón prensado que, si bien no protegía de prácticamente nada, ya iba en busca de proteger al piloto. Aunque muchos seguían sin usarlo por su incomodidad. Así que la seguridad del piloto seguía brillando por su ausencia, por lo que la tasa de mortalidad en las carreras era abrumadora.
Un salto real real fue la fabricación del primer casco, que utilizó por primera vez Dan Gurney, en 1968. Estaba construido en fibra de vidrio, y si bien ni se acercaba a los estándares actuales, ya suponía un paso adelante. Su peso, de alrededor de 3 kg, era el gran inconveniente. El piloto que lo usaba en carrera debía soportar ese peso sobre su cuello, por lo que seguía siendo algo impopular.
La seguridad, prioritaria
La seguridad empezaba a preocupar de verdad a los pilotos, y la industria de los cascos ya estaba manos a la obra. Ya en los años 70, los cascos siguieron evolucionando poco a poco. Pero fue en 1977 cuando un desafortunado incidente precipitó la carrera por la protección del cráneo de los participantes. Tom Price golpeó con su monoplaza a un comisario de pista que llevaba un extintor. Ese extintor, que golpeó la cabeza de Price y le causó la muerte, fue el detonante de la evolución hacia cascos cada vez más avanzados.
Y a parte de los nuevos compuestos, cada vez más ligeros y resistentes, llegó otro frente en el que avanzar. Esta vez en otro campo. Igual que en los monoplazas, la aerodinámica se había convertido en una de las mayores preocupaciones de todos los ingenieros. Así que eso también se aplicó a la cabeza de los pilotos. Llegaron nuevas formas e incluso apéndices. El casco pasó a formar parte del dibujo del coche, así que empezaron a diseñarse teniendo en cuenta el paso del aire alrededor de ellos para ayudar a la eficiencia aerodinámica.
Igualmente, el peso fue disminuyendo sin renunciar a las mejoras en seguridad. El accidente de Niki Lauda añadió además la preocupación por el fuego. Así que los cascos actuales se han convertido en pequeñas fortalezas capaces de soportar un auténtico infierno alrededor de ellas. Las últimas mejoras en cuanto a la absorción de impactos han mejorado todavía más el casco, además de las viseras y la zona de los ojos del piloto. Una de las zonas más vulnerables y difíciles de proteger.
Cascos más seguros que nunca
A pesar de que ya eran extremadamente seguros, la introducción de la normativa 8860-2018 ha mejorado todavía más la protección que los cascos ofrecen a los pilotos. Estos cascos pueden resistir el paso de un autobús por encima sin romperse. Su estructura se ha reforzado en todos los campos y se ha reformulado para que la energía de un impacto se distribuya mejor hacia los reposacabezas y demás elementos de apoyo. Y mantienen su capacidad de soportar más de 800ºC a su alrededor sin que su interior supere los 70 durante más de medio minuto.
Pero una de las zonas en las que más se ha avanzado es alrededor de los ojos del piloto. La visera se ha reducido unos 10 mm en la parte superior. Se incorpora en esa zona una tira de material balístico avanzado de alta resistencia que protege al piloto de los impactos que pudiese recibir por objetos externos, como en el caso del accidente de Felipe Massa en 2009. Y se suma así a la protección que ya ofrece el Halo.
Además, desde este 2022, hemos visto como la Fórmula 1 ha incorporado cámaras dentro del casco, cerca de los ojos del piloto, para mostrar un nuevo punto de vista de las carreras. Y todo esto sin perder ni un ápice de la seguridad que estos ofrecen. Así que nos encontramos con un equipo cada vez más versátil en cuanto a la capacidad de sistemas electrónicos como radios o cámaras a la vez que se mejora la seguridad de los que ya eran los cascos más seguros del mundo.