Monza, tierra de Ferrari y de los Tifosi. El sitio perfecto para que los de rojo hicieran caer a los de la bebida energética. Pero Red Bull es un tifón. Un tifón que arrasa con todo. El terreno de juego era el perfecto, los jugadores estaban preparados y el público iba a volcarse en la batalla. La catedral de la velocidad, estaba lista para la acción. Aunque esta no acabara como estaba previsto.
Las diferentes sesiones de libres volvieron a ser un juego de cartas en las que nadie quiso enseñar la mano ganadora. Se intuían algunas de las jugadas, aunque no estaba claro quien iba a llevar la voz cantante. Red Bull y Ferrari se posicionaron rápidamente al frente de la parrilla, y estaba claro que la gloria se iría para Áustria o Maranello. Las gradas apostaban al rojo, y al llegar la «qualy» la ruleta echó a rodar. Con una retahila de sanciones por cumplir, se antojaba una sesión de trabajo en equipo para muchos pilotos al estar condenados a salir desde atrás por cambios en sus componentes mecánicos.
Aún así, la lucha estaba servida. Sainz, a pesar de saber que iba a partir desde el final de la parrilla, dominó la Q1 y la Q2 gracias a la brutal velocidad punta de su «cavallino». Verstappen y Leclerc esperaban agazapados a la Q3 para sacar toda la artillería, y al término de la sesión, la pole se decantó hacia el monegasco de Ferrari, con Max justo detrás pero con sanción de cinco puestos, y Carlos como tercero más rápido. Aunque debería cumplir sanción el domingo. Los aficionados de Ferrari sonreían a medias. La lucha seguía a la mañana siguiente.
La carrera arrancó sin incidentes importantes. Leclerc sostuvo la primera posición y pudo imponer su ritmo en las primeras vueltas. Pero los coches de atrás veían impotentes como un mancha azul con un toro rojo pintado les arrancaba las pegatinas. Verstappen, a pesar de salir desde la séptima posición, volaba. Y al inicio de la segunda vuelta ya se encaramaba a las posiciones de podio. La carrera seguía su curso, excepto para Vettel, que tuvo que detener el coche. El Aston Martin del alemán quedó en una zona complicada, salió el coche de seguridad y el trabajo en los muros de boxes se disparó. Ferrari echó los dados.
Por ritmo no podían pelear, había que intentar algo. Leclerc paró: neumáticos frescos para cazar a Verstappen, que ahora lideraba la carrera. Pero el Red Bull, además de ser extremadamente rápido, mima las gomas. Y Max seguía girando en unos tiempos increíbles. Por detrás Sainz remontaba desde el fondo de la parrilla adelantando como alma que lleva el diablo. Y Fernando Alonso se peleaba con un Alpine aparentemente torpe en la entrega de potencia. Mercedes con la cabeza baja. Parada para Max, Leclerc por delante y a tirar. Pero pasaban las vueltas y Verstappen recortaba tiempo, incansable, al Ferrari de Charles.
El ritmo de Verstappen era demasiado para Ferrari, por lo que tocaba buscar algo diferente en la estrategia. Foto: Scuderia Ferrari
Tocaba mover ficha en Ferrari. Pararon a Leclerc y le dotaron de otro juego de neumáticos frescos. Max volvía a estar por delante, pero con más goma en sus ruedas, los de Maranello esperaban cazarle a final de carrera. La carrera seguía avanzando, pero el tiempo entre los dos de cabeza apenas se recortaba. Verstappen seguía mejorando sus cronos y el Ferrari no podía acercarse. Todo parecía listo para que acabara así la carrera cuando el coche de seguridad tuvo que salir a pista para que se pudiera retirar el coche de Ricciardo, que se detuvo tras la primera de las cruvas Lesmo. Un poco antes tuvo que abandonar Alonso, que llevaba reportando problemas varias vueltas. Se acababa así su racha de 10 carreras puntuando.
Los de delante pararon, ruedas nuevas para ambos. Lo mismo para Carlos Sainz, que esperaba así poder batir a Russell, quien ocupaba la tercera posición. Los comisarios intentaban retirar el McLaren, pero el coche parecía atascado y todos desfilaban tras el coche de seguridad esperando el mensaje de dirección de carrera: «Safety Car Ending». Penúltima vuelta, variante Ascari y el cartel no apareció. Los pilotos encararon la recta sabiendo que la carrera iba a terminar tras el Aston Martin verde y sus luces amarillas parpadeando. Aunque uno sonreía por ello, De Vries, que tuvo que sustituir a Albon de urgencia por una apendicitis de este, puntuaría en su debut.
Verstappen y su Red Bull fueron imparables. A pesar de salir séptimo, el holandés dominó la carrera. Nadie pudo plantarle cara. Foto: Red Bull Content Pool
Las balas se quedaron en la recámara, y muchos se quedaron con las ganas de saber qué habría pasado si la carrera se hubiera relanzado. Verstappen disfrutó del brutal podio de Monza, Leclerc logró una plata agridulce y Russell se subió al podio. Sin hacer mucho ruido, una vez más. Este fin de semana Red Bull volvió a demostrar su poderío, y esta vez lo hizo en casa de su enemigo. En casa de Ferrari, en casa de los Tifosi.
Foto de portada: Red Bull Content Pool