Max Verstappen lo ha vuelto hacer. El neerlandés certificó en el Gran Premio de Japón, no sin espectáculo bochornoso de por medio -ajeno a su voluntad-, su segundo título de Campeón del Mundo de Fórmula 1, ganando en Suzuka e igualando los números de algunos de los pilotos legendarios del automovilismo. Y lo hizo cuando aún faltan cuatro pruebas más, lo que era del todo inesperado a comienzos de la temporada.
Para empezar, la nueva reglamentación técnica en el aspecto aerodinámico de los monoplazas favoreció un cambio importante en la jerarquía que imperaba en el mundial. Mercedes, dominadora a tiempo completo hasta el año pasado, se atragantó con las nuevas especificaciones, dando al traste con las opciones de triunfo de Lewis Hamilton y del recientemente ascendido George Russell. El nuevo concepto ideado en Brackely demostró no ser el acertado ya en los test de pretemporada, mejorando con el paso de las carreras pero sin alcanzar el nivel de los nuevos líderes.
Ferrari sí acertó, dando de lleno en el centro de la diana. El nuevo coche de los italianos comenzó a dar visos de su potencial en las pruebas previas al inicio de la temporada, con Charles Leclerc y Carlos Sainz siendo los nuevo Hamilton y Russell de la Fórmula 1. Estas sensaciones se confirmaron durante el primer Gran Premio del año, celebrado en la pista de Sakhir. La carrera en tierras de Baréin destapó el tarro de las esencias de Maranello, con una victoria de Leclerc que pretendía sentar las bases de su asalto al título.
Para Red Bull no fue el inicio soñado ni esperado, sobretodo cuando ellos también habían dado con la tecla ante el cambio de normativa. La fiabilidad comenzó a jugar en contra y la fortaleza de Ferrari fue un escollo difícil de superar. Se rehicieron en Arabi Saudí y, aunque Leclerc volvió a lo más alto del podio en Australia, el conjunto de Milton Keynes encadenó seis victorias consecutivas entre los Grandes Premios de la Emilia Romaña y Canadá, con cinco triunfos para Max Verstappen y uno para Sergio Pérez.
Carlos Sainz cortó la racha en Silverstone, logrando su primera victoria en la Fórmula 1, y Charles Leclerc mantuvo viva la llama con su tercer triunfo del año en el Red Bull, una primera posición que debió escocer en los del toro rojo. Tanto pudo ser así que desde entonces únicamente ellos han saboreado el champán desde lo más alto del podio. Seis victorias de Verstappen, cinco de las cuales de manera consecutiva, y una de Pérez han decantado la balanza a favor del neerlandés y el conjunto austriaco.
La consecución del título en Japón podría haberse producido ya en Singapur. En todo este tiempo, los problemas de fiabilidad de Ferrari, sus fallos estratégicos -algunos cercanos al desastre y sin explicación lógica- y los “tropiezos” en las paradas en boxes, han allanado el camino a Red Bull y a Max Verstappen. Ciertamente, no se puede regalar nada a un rival tan fuerte y eso es algo que seguramente es la mayor lección que han aprendido este año en Maranello. El año pasado lo aprendió Mercedes después de tantos años de relativa calma en la cima.
Pero, estaba claro que la celebración del segundo título de Max Verstappen tenía que estar teñido de bochorno. El Gran Premio de Japón volvió a florecer el riesgo que siempre está acechando, y más cuando se cometen temeridades o irrgularidades en el procedimiento. Si hay algo que caracteriza al automovilismo es que todo, absolutamente todo, está reglamentado. Hay muy pocas situaciones que se escapen al control de las diferentes normativas aplicables.
Los riesgos son tan altos, en comparación con otros deportes, que la mejor manera de evitarlos en la medida de lo posible es que cada probable situación tenga su espejo escrito en el reglamento. Bien sea en el Reglamento Deportivo, Reglamento Técnico, Reglamento Particular o en el mismísimo Código Deportivo Internacional, pero que esté escrito y claro lo que se puede y lo que no se puede hacer. En Suzuka fallaron, no la FIA sino los oficiales locales, sacando una grúa a pista cuando la situación no estaba bajo control y terminando la carrera cuando no tocaba, aplicando una sanción que no era aplicable y corriendo para tener al Campeón del Mundo coronado cuando antes.
¿Se repitieron los errores del Gran Premio de Abu Dabi de 2021? No los mismos, pero sí se actuó de la misma manera ilógica que entonces. Y, de nuevo, con el mismo resultado de tener una proclamación que no es justa ni para el piloto ni para nadie. Max Verstappen no merecía proclamarse Campeón del Mundo como lo hizo el año pasado ni merecía la manera en que sucedieron los hechos este año. No se lo merece, ni como piloto ni como ya parte de la historia del automovilismo.
Afortunadamente, nada de estos hechos pueden empañar la temporada excelsa que ha realizado el piloto neerlandés, sacando todo el petróleo posible a su Red Bull y ganando con firmeza y buen temple para erigirse como el líder actual de la Fórmula 1, el piloto de referencia con diferencia. Se podría decir que ha nacido una estrella, pero esa nació hace ya unos años, solo que ahora se ha confirmado que, efectivamente, es ese punto de luz que guía a miles de aficionados a llenar las gradas de cada Gran Premio para ver su espectacular pilotaje. ¡Enhorabuena, Max!
Foto de portada: Red Bull Content Pool.
1 comentario en «Max Verstappen, bicampeón mundial de F1»
Los comentarios están cerrados.